El Jueves Santo es, para todos los cristianos, una jornada de profundo recogimiento y emoción. Es el día en que la Iglesia recuerda con solemnidad la institución de la Eucaristía, el Sacramento del Amor, y el mandato del Señor a sus discípulos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
En el seno de nuestra Hermandad, este día adquiere una dimensión aún más intensa. Es el día en que se hace carne la vocación del servicio, del silencio, del sacrificio y de la fe. Bajo el peso del hábito, en el interior del antifaz y entre los cirios encendidos, se ocultan promesas, plegarias y lágrimas contenidas que se ofrecen con humildad al Señor.
Jesús pasea Cautivo… y el mundo apenas lo mira, caminando en silencio por los senderos de la injusticia, en sus manos no hay más culpa que el amor, sus pies descalzos pisan la frialdad del desprecio humano, y su rostro, sereno y herido, lleva escrita la entrega sin medida.
Para nosotros, el Jueves Santo no es solo una fecha litúrgica. Es un compromiso renovado con nuestros sagrados titulares, con nuestra historia y con nuestro pueblo. Es la certeza de que, en cada paso que damos por las calles de Utrera, llevamos algo más que una imagen: llevamos la fe viva de un pueblo que cree, que espera y que ama.
Que este día sagrado nos fortalezca en la entrega silenciosa, nos una en la caridad fraterna y nos llene del consuelo de saber que, tras la oscuridad de la noche, siempre llega la luz del Domingo de Resurrección.
Una imágen insólita, Ntra. Sra de las Lágrimas viniendo de Ayuntamiento, mira de frente a la Cruz de Guía que se dirige a la “Calle Finita”
